No es pot saber nos muestra la Barcelona de los ochenta y, a la vez, la del presente. Es un retrato de una Barcelona precaria, de la Barcelona de los mariquitas, de gente que cuida y gente que se subleva, de bolleras, de transformistas, de las señoras de Gracia y las divas del Paralelo, de bares plagados de personajes peculiares y de aquella gente que quieres tener a tu lado en los últimos instantes.