Esta primavera se ha vivido un tramo final de temporada difícil, con salas inusualmente vacías, que ha hecho aún más complicada la remontada pospandemia. Coincidiendo con el Día Mundial del Teatro, la crítica reconoció una pieza que pasó volando por la siempre apretada programación del TNC, en abril del 2021. Otra obra esencial, si es posible, de La Veronal, la compañía de danza más internacional, aclamada en el Festival de Aviñón el pasado verano con su pieza anterior, Sonoma.
Opening night es un retrato de todo lo que hay detrás de un estreno. En el imaginario, el filme de 1977 con el mismo título y dirigido por John Cassavetes. Una actriz, en las bambalinas y entre bastidores, profundamente absorta en su papel, compungidamente insegura por el paso del tiempo y las muchas noches de éxito y ovaciones.
En este contexto, la compañía recrea esa imagen para ir un poco más allá: como si se tratara de un espejo de su misma historia —reconocidos allá donde van— confirman definitivamente una ruptura de lenguaje coreográfico que ya se intuía en la producción anterior. No es que renuncien o menosprecien a Kova, que es como se conoce el particular movimiento convulsivo y repetitivo con el que han creado hasta ahora, es que evoluciona hacia un gesto relleno de oscuridad, maleabilidad y expresividad.
Siempre con los elementos marca de la casa: profundidad dramatúrgica, sobriedad estética, trabajo de grupo, mirada cinematográfica e interdisciplinariedad. Quizá por eso el jurado de teatro de texto (y no el de danza) acabó rendido a la producción: porque bailan, ciertamente, acompañantes de más palabras que nunca, pero siempre en busca de un hilo conductor que cualquier buen amante de las artes escénicas entiende perfectamente.
Es verdad que se trata de una obra autorreferencial, la del milagro de la sala oscura, pero convertida en universal, por el exhaustivo tratamiento psicológico de los personajes que retratan. Imposible no entender que en ese homenaje al teatro se acogen de forma muy especial todos los profesionales invisibles que lo hacen posible, más allá de los protagonistas de las obras. Y también, de manera particular, el espectador: al fin y al cabo, la pieza imprescindible sin la cual nada de todo esto sería posible.
Llenarán de palabras, emoción y movimiento el verano de la ciudad, justo el objetivo del Grec Festival.
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