Cotidianidad hipnótica

El Conde de Torrefiel: La plaza

El Conde de Torrefiel: La plaza
06/07/2018

Decía Peter Brook que un hombre caminando por un espacio vacío y otro observándolo es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral. Esta afirmación (que, en general, es cierta) es una de las principales reglas básicas de la teoría escénica que pone en entredicho con gran inteligencia El Conde de Torrefiel en este espectáculo. Y es que un escenario adornado con flores y velas, acompañado de una pantalla donde se proyecta el texto es lo único que necesita, en su tramo inicial, para fascinarnos con un magistral ejercicio de teatro sin actores de media hora de duración. Pero, más allá de este hipnótico tramo inicial, La plaza es un experimento apasionante donde textos brillantes conviven con un espacio sonoro y musical magnífico y una factura visual cautivadora. En el espectáculo, personajes habituales de nuestra cotidianidad se comportan de forma inquietante, como robots sociales sin rostro. El montaje apuesta por potenciar el malestar de estas situaciones y pensamientos tan reconocibles, jugando con ideas donde la profundidad nace de la máxima sencillez. Una apuesta arriesgada e imperfecta, con una narración construida desde la intuición y un final que, más que cerrar el conjunto, lo va difuminando hasta hacerlo desaparecer… Se trata, en definitiva, de una experiencia sensorial e intelectuales elevada, de la cual se pueden extraer muchas reflexiones personales, que despierta la mente y los sentidos, tan llena de contenido y aristas como para estar a la altura de sus propias pretensiones.

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