Aprendemos a base de errores

Això ja ho he viscut

Això ja ho he viscut
16/06/2019

¿Y si nuestro hoy no fuera hoy? ¿Y si fuera e ayer o el mañana? ¿Y si lo que estamos viviendo ya lo hemos vivido, una y otra vez? Una especie de tiempo cíclico que nos lleva a revivir eternamente todo aquello que nos ha pasado, pero que no rehúye la posibilidad de cambiar el futuro haciendo una elección diferente, aunque sea mínima, de algunas de nuestras decisiones.

Más o menos, esto es lo que explica Això ja ho he viscut, texto de J.B. Priestley bajo la dirección de Sergi Belbel que podemos ver en la cartelera teatral de Barcelona. Con una narrativa con un tema complejo de explica a los espectadores para que capten todos los matices importantes, este montaje tiene un planteamiento de inicio bastante claro y accesible, pero que se va intensificando y desdibujando a medida que avanza la trama.

Lo que comienza como un encuentro “casual” en un hostal, acaba provocando un lio entre las personas que se hospedan ahí, relaciones personales que se modifican y evolucionan a lo largo del texto. Con una escenografía muy acertada – a excepción de las columnas del porche que a veces tapan la visibilidad-, se crea una ambientación adecuada para la reflexión del concepto de tiempo. De la misma manera, la producción y diseño de las luces y los efectos sonoros tambié crean un espacio muy adecuado para reflexionar científica y filosóficamente de nuestro presente, pasado y futuro.

Jordi Banacolocha y Míriam Alamany interpretan a los dueños del hostal donde se alojan los personajes de Roc Esquius, Sílvia Bel y Lluís Soler que se (re)encuentran entre ellos y con el doctor al que da vida Carles Martínez. Aunque el texto puede ser pesado a veces, sobre todo en las partes en que se explica científicamente el concepto “tiempo”, la naturalidad de las actuaciones de Banacolocha y Soler introducen al espectador en sus charlas supuestamente banales y para pasar el rato. Es un placer ver a estos dos actores sentados en dos butacas compartiendo texto y conversación.

En cuanto al resto de personajes, va por momentos. En algunas situaciones la acción evoluciona con exquisitez, pero en otras – la mayoría- la interpretación se ve forzada, sobreactuada, haciendo que el espectador desconecte en muchos momentos de la obra. Personajes como el de Bel quedan demasiado forzados y no parecen creíbles a ojos del público, que espera en ciertas conversaciones un desarrollo más sosegado y natural. Una intensidad forzada que va en aumento mientras avanza la producción y deja al espectador descolocado.

En conjunto la pieza promete mucho, pero peca de forzar a los personajes, creando una intensidad desmedida e inverosímil. Un error que hace caer un montaje que podría haber sido un revulsivo al hilo temporal que Belbel está elaborando con sus últimas piezas en el teatro.

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