Viendo este espectáculo desde la platea de la Seca, he tenido una sensación muy parecida a la que tenía cuando veía boquiabierto alguna de las películas mudas del Charlot. Seguramente, esto se debe de a que el payaso de Toti Toronell transmite mucha ternura e inocencia en unas situaciones que pueden resultar cotidianas, pero que se complican hasta el infinito para el pobre personaje, dándonos risa y a la hora coger aprecio por este niño grande. Además de la interpretación brillante de Toronell, otro acierto del espectáculo es la ambientación que encontramos de una revolución industrial, la cual es poco frecuente en el entorno de un payaso, resultando ser bastante sugerente y haciéndonos ver de entrada que no nos encontramos ante el típico espectáculo de payasos. En sintonía con esta, la también acertadísima parte musical en directo, a partir de instrumentos bastante inusuales, sirve para acabar de hacer surgir una magia emotiva a lo largo de toda la obra, cautivando al espectador en todo momento y haciéndolo entrar dentro de este mundo creado a Naïf. Además, por instantes, esta se transforma en otro personaje de la función y, en otros ratos, consigue crear la atmósfera ideal para las diferentes situaciones que vive el protagonista, haciéndonos olvidar que estamos sintiendo música e incorporándola en las diferentes emociones que entes estando transmitiendo en aquel momento. Sin duda, nos encontramos con un espectáculo imprescindible, que nos llena de felicidad a través de la magia, la ternura y la inocencia que transmite.
¡Enlace copiado!