Noche de estreno. Aplausos. Parte del público en pie. Inquietud. Sonrisas. Medias sonrisas. Palabras sobre el espectáculo, pocas -por qué la gente es tímida a la hora de opinar, debatir, compartir sus sensaciones? Los ojos abiertos, con un brillo especial. Las cabezas, sacudidos. El corazones, removidos. Buen trabajo. Gran estreno.
Wajdi Mouawad es un dramaturgo muy conocido y apreciado en Barcelona. Es el autor de Incendios, la obra que agotó entradas en el Romea la temporada pasada. En este caso, el espectáculo es en el Teatre Lliure y se mueve en una tesitura muy diferente, a pesar de ser fiel al estilo personal, honesto y poético del autor.
Se trata de un solo intimista que crece -y de qué manera- hasta convertirse en un solo casi expresionista y sobrecogedor, pleno de detalles significantes (recomendable leer el programa de mano para entender la gran cantidad de referencias que aparecen) que sirven a un magnífico dispositivo visual y emocional. Mouawad nos describe a través de Harwan el hombre donde se encuentra. El hombre en conflicto consigo mismo y con su entorno. El hombre vomitado a la vida. El hombre que intenta andar el camino que le ha tocado andar, por destino o por azar. Un camino que impone una investigación. Una investigación que tiene que concluir en una tesis. Una tesis para dar sentido a una vida (o distraernos durante las horas que tengan que transcurrir hasta llegar a su fin).