Está basada en una novela de Emmanuel Carrère sobre unos hechos reales que le impresionaron. Los hechos son tan escalofriantes que le dejaron secuelas psicológicas. A él le interesaba el proceso que había convertido a ese hombre en asesino. Por acercarse tanto a la maldad humana, tuvo una crisis de fe que se manifiesta en sus novelas posteriores.
El protagonista de la historia, Jean Claude Romand, pertenecía a una familia católica en la que no decir mentiras era la norma pero la convivencia familiar estaba llena de silencios y mentiras piadosas. La angustia y la tristeza que lo llenaban no supo explicarlas y no quiso decepcionar a nadie. La primera mentira llamó a otra y así toda la vida. Como buen mentiroso compulsivo acabó por creerse sus propias mentiras y dudaba también de si eran ciertas. El estremecedor final empezó así.
Es una fiel adaptación de Marc Artigau, Cristina Genebat y Julio Manrique. Y es fiel porque sigue exactamente el ritmo de la novela, la historia, los hechos. El autor se introduce en la historia, entra en primera persona desde el primer momento. A diferencia de A sangre fría de Truman Capote en la que el narrador es omnisciente, Carrère es un personaje más. Él es Pere Arquillué que interpreta todos los papeles excepto el de Jean-Claude Romand que lo encarna Carles Martínez.
Las múltiples interpretaciones de Arquillué son espléndidas y digo múltiples porque es el escritor, el juez, el fiscal, la mujer, el amante, la madre, el padre e incluso el hijo. Conocemos esta capacidad suya de interpretar a muchos personajes. Ya lo vimos en El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc con ese monólogo a siete voces. Él sabe interpretar incluso a los personajes femeninos con un pequeño gesto, una sonrisa. No le hace falta impostar la voz ni adoptar gestualidad femenina. Cabe destacar el gran trabajo de Carlos Martínez, un personaje gris, tímido, frágil, buen marido, buen padre, buen hijo, que es capaz de cometer el horroroso asesinato múltiple de toda la familia.
La obra de teatro es amable, accesible, yo diría que incluso plana. Describe exactamente lo ocurrido. La novela no ficción de Carrère transmite con más detalle la angustia del protagonista, la inseguridad, el miedo al ridículo, la necesidad de sentirse vivo y amado, los intentos de desvelar la verdad al amigo, a la amante, a la mujer. Nunca fue capaz por el miedo que le había acompañado siempre.
Tampoco hemos encontrado en la obra la tranquilidad que sintió Jean Claude a partir del momento en que fue descubierto. La verdad es liberadora. Prefería la imagen de asesino que los 20 años de mentira. Ni mucho menos refleja lo destrozado que quedó su alrededor: el amigo, los hijos del amigo que jugaban con los suyos, los compañeros de clase de los niños, la profesora, la familia de la mujer…
Es una historia redonda, adictiva, concisa, perturbadora y que Carrère nos lleva de la mano para intentar entender a un mitómano-narcisista-asesino sin juzgarlo ni justificarlo. No dejéis de ver la obra antes o después de leer el libro.