Roc Esquius y Sergi Belbel repiten pareja de dramaturgia y dirección con un recurso teatral similar al que utilizaron en Angle mort en el que la misma escena se repite desde otro plano escénico aportando información suplementaria. Son los mismos intérpretes que modifican la escena con una habilidad increíble y una velocidad vertiginosa bajo una luz amortiguada.
El argumento es muy original, ocurrente y, con gran sentido del humor, ridiculiza la dependencia a la tecnología y la confianza que ha despertado la Inteligencia Artificial de tal manera que se puede usar desde los fines más corruptos y engañosos a los más solidarios. La trama se desarrolla en torno a una tostadora inteligente que además de tostar pan, habla, responde a las preguntas del cliente y, con la información que va recogiendo, aconseja, empatiza y puede llegar a convertirse en una terapeuta ya que el anonimato que da una máquina ayuda a desvelar los más íntimos secretos y los pasados más tormentosos y escondidos.
Este montaje mantiene la atención del público a giros repentinos de guion y plano escénico. En muy poco rato aparecen temas de gran actualidad: el abuso inmobiliario, los fondos buitres, los problemas de la vivienda, la precariedad laboral, la facilidad de realizar inversiones financieras con un toque de tecla y temas más íntimos y emocionales como la relación personal, la convivencia vecinal o el descubrimiento de una relación impensable.
Los tres intérpretes, Antonio del Valle, Ramon Godino y Laura Pau están espléndidos cada uno en su papel y con la dificultad de ir modificando su actitud inicial a medida que va avanzando la historia.
La sorpresa es la base de esta obra que dice muchas cosas y que se van digiriendo poco a poco. Por eso hay que ir a verla.
