Nunca había visto a Blanca Portillo en un teatro, y tampoco he leído la obra de La Madre de Frankenstein de Almudena Grandes. Ambas figuras, sin embargo, se me hacen imprescindibles, cada una en lo suyo. Por eso, tenía muchísimas ganas de ver esta obra de teatro.
No descubro nada si digo que la interpretación de Blanca Portillo es magistral, su expresión corporal, su voz, todos los matices de un personaje tan complejo como el de Aurora Rodríguez Carballeira… a mi me deja sin palabras, es alucinante ver cómo ella sola es capaz de llenar el escenario. Pablo Derqui, que interpreta al Doctor Velázquez, no se queda atrás. Es una suerte poder disfrutar de estos dos grandes actores juntos, acompañados por un reparto a la altura de las circunstancias. Y son importantes, esas circunstancias, porque estamos hablando de una obra de casi cuatro horas de duración, lo que imagino que tiene que ser agotador para todos ellos.
La escenografía, sencilla, pero efectiva, pone un punto de contraste a una obra con numerosos personajes, tramas que se entremezclan, saltos en el tiempo… lo que me hace pensar que no tiene que ser fácil adaptar una novela como esta al formato teatral. El gran damnificado, desde mi punto de vista, es el ritmo. Es muy difícil conseguir mantener al espectador durante tanto tiempo enganchado, y a mi, personalmente, la primera parte se me hizo un poco larga. Sin embargo, la segunda parte se me pasó mucho más rápido.
El final me atrapó completamente, me emocionó muchísimo y me costó unos cuantos minutos recomponerme una vez que había salido del teatro. Es la mejor de las recompensas después de tantas horas en una butaca.