Lo primero que hay que destacar es la actuación de los cuatro actores, muy jóvenes, y con muchas ganas. Personalmente, el problema que he encontrado es que tienen que defender personajes estereotípicos, y aunque algunos son más redondos que otros, la trama es bastante previsible.
El diseño del espacio me parece muy acertado, sobre todo por la luz, pero parece que los pocos metros cuadrados no sean suficiente para reflejar la violencia y la furia. Se les hace pequeño, y a veces da la impresión de que el atrezzo (mayoritariamente latas de cerveza) los distrae más que apoyarlos para transmitir un texto duro y complejo. Kyla tiene la fuerza en la crudeza y la frialdad, pero, en mi caso, me ha transmitido demasiado de la segunda y no he llegado a empatizar con una realidad que, es cierto, es necesario reabrir.