Habría reconocido la presencia de Ibsen en las primeras escenas. Lo dice el programa de mano pero no fue ningún spoiler.
Diego Manso, autor y director, demuestra en esta obra el profundo conocimiento del alma humana, de la mujer especialmente, com el Ibsen del siglo XXI.
Es la historia de una mujer, hija de militar, casada y embarazada de alguien a quien no quiere, añorante de una relación con un poeta “soplanucas” al que renunció por el bienestar. Se lo había dicho su padre: “vos sos una mujer y los golpes dados por una mujer se llaman braguetazos”.
En forma de monólogo y en primera persona relata su vida que es la vida de un país, de una época, de algún lugar en el que las armas y los militares tienen ventajas y privilegios. La soledad y el aburrimiento son los sentimientos que más afloran durante el monólogo. Especialmente impactantes son las escenas de las visitas a su padre al penal donde cumple condena por haber “limpiado y desinfectado” el país y los recuerdos espinosos de su infancia en contacto con los soldados. Como quien no dice nada, relata desde situaciones espantosas al más tierno de los sentimientos.
Es magnífica la interpretación de Belén Blanco. Con un lenguaje difícil de seguir por la velocidad y las dificultades de comprensión de algunas palabras, critica a la sociedad en la que vive y a las mujeres aburguesadas que llevan la misma vida que ella distrayéndose con todo tipo de “amenities” incluso el juego con las armas.
Es Hedda también por sus ganas de vivir y el desencanto de la vida. La primera manipula a todos los personajes de su entorno mientras que nuestra protagonista manipula sus recuerdos, los estira y encoge, los acerca y aleja, los remueve aunque le duelan, los acepta como parte de su vida pero con ganas de borrarlos. Y lo hace.