Alejandra Jiménez Cascón es la dramaturga y directora de la famosa obra “Blanca desvelada” que todavía resuena en la mente de muchas de nosotras. En esta ocasión dirige un montaje escrito e interpretado por Sara Fernández. “El viaje de Paula” que trata un tema actual, conocido pero no resuelto.
A diferencia de lo que pasaba hace veinte o treinta años, los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son hoy día muy conocidos por la población general y, si se sospechan por algún miembro de la familia o persona cercana, se pueden diagnosticar precozmente lo cual facilita la recuperación y evita posteriores recidivas. A pesar de ello, la presión social, la moda, la exigencia de unos cánones de belleza establecidos, el peligro de las adolescentes a sentirse rechazadas, la autoexigencia y muchos factores que en la obra pasan de puntillas, hace que la anorexia, la bulimia y sus variantes continúen vivas y la frecuencia sea del 4,1% a 6,4% en mujeres entre 12 y 21 años y del 0,3% entre los hombres.
La obra representa el viaje de Paula desde su nacimiento hasta la edad adulta pasando por épocas de rebeldía, decepción, soledad y culpa. Su trastorno es el llamado “de atracones” que se desencadena en un momento de soledad y por una situación violenta que no forma parte de su manera de ser. En muchos momentos aparece Pepica, un interior que la aconseja, acepta y valora. La obra camina lentamente sin que nos prepare para el problema excepto una pequeña pincelada de una madre exigente y el aviso por su parte de un claro peligro de sobrepeso. La obra se agiliza con la aparición de la psicóloga cuando salen las dudas que la hacen tambalear.
El montaje es muy original con pocos elementos escenográficos que nos llevan fácilmente al lugar y momento que vive la protagonista, siendo ella misma lo más excepcional de la obra. Sara Fernández es brillante, versátil con muy buena dicción en diferentes lenguas, expresiva y en algunos momentos, cómica. Con el sello de la Cascón, Sara Fernández se transforma en personajes diferentes y en ella misma a lo largo de sus años sin necesidad de cambiarse de vestuario ni de utilizar complementos.
La gran lección de esta obra no es tanto dar a conocer los TCA y las causas que los provocan sino llevar al escenario la diversidad corporal. No estamos acostumbrados a ver personas con sobrepeso u obesidad. Me avergüenza decir que al salir la protagonista creí que era una actriz secundaria lo cual me lleva a pensar que estamos todos muy lejos de la aceptación de los cuerpos diversos en escena y que socialmente estamos mucho más lejos de lo que sería necesario. Las protagonistas se ven sometidas a los cánones dominantes aceptados. Creo que ha sido la gran apuesta de la guionista y directora.
Felicidades a las dos por poner de manifiesto la necesidad de trabajar todas las diversidades en las artes escénicas.