El tiempo inmóvil o la dificultad de hacer entretenida una obra el tema de la cual es el tedio, el aburrimiento.
Una mujer metida a una cabina de autopista. Una mujer que habla sola -qué remedio. La reflexión más lúcida que hace, a los pocos minutos de empezar el espectáculo: “Se que aquí no pasa nada”.
Desgraciadamente, esta premonición se reitera desde el principio hasta el final de la obra. Coches que pasan, canciones de banda sonora de road-movie americana y nuestra protagonista que imagina escenas en voz alta con un lenguaje que desprende cierta poética urbana. Unas escenas que, si se decidiera a escribir, tal vez podría llegar a publicar una novela de éxito que le permitiera cambiar de trabajo; abandonar, finalmente, esta cueva existencial en la que ha caído por razones desconocidas.
Una obra recomendada para los amantes del minimalismo escénico, que puedan disfrutar con un tiempo que resta, inmóvil, en el subconsciente de un personaje que podría ser cualquier funcionario fuera a su silla, sin fuerzas ya para desafiar al futuro. No recomendada para públicos que vayan al teatro busca de acción, viajes a mundos imaginario, risas, sorpresas o cualquier otra cosa que los distraiga de unas vidas con pocos alicientes porque lo que encontrarán delante será el terrible espejo metafórico de sus vidas.
Aquí no pasa nada
El tiempo inmóvil
22/05/2014