El acompañamiento en la caída

El pes d’un cos

05/04/2022

La obra habla del tema de la decadencia en la vejez y Victoria Szpunberg lo trata con toda su crudeza. Nos recuerda la pérdida de facultades, de autonomía y de la salud que casi inexorablemente llega con el paso de los años. Es un tema que queremos olvidar pero está allí y nos lo recuerda. Como un guiño a las tres hermanas de Antón Chéjov, Olga, Maixa y Irina, aparecen fundidas en una sola, Olga, que las interpreta a las tres aunque las otras dos aparecen en videollamada.

Laia Marull es la hija que carga con el peso de las dificultades de la enfermedad del padre y de las deficiencias de un sistema social que no llega para todos. Ella lleva todo el peso del espectáculo y lo hace extraordinariamente pasando por todos los estados de ánimo que los diferentes momentos le provocan. Como actriz completa que es, borda todos los papeles con la rabia y la ternura del amor al padre y las dificultades que tiene para ayudarlo el cual es un viejo comunista convencido que en sus delirios ve a los tres líderes políticos, Lenin, Marx y Stalin en forma de cabezudos. Si la idea era asociar la decadencia de un hombre con la caída de una idea, no hacía falta.

Habla también de la soledad del cuidador con problemas económicos y las relaciones con el resto de la familia que se desentiende. La única persona que la comprende y la ayuda, Quim Ávila, forma parte del sistema que la obra tanto critica.

La autora y directora, Victoria Szpunberg sabe qué difícil es soportar la situación y lo ameniza con los recuerdos de la protagonista. Un equipo completo de música y una cantante, Sabina Witt, la transportan a una época feliz y le hacen olvidar, a ella y al público, la angustia del momento.

Carles Pedragosa, músico, actor y compositor, interpreta a diferentes personajes y lo hace todo de manera impecable. La música compuesta por Carles Pedragosa, Joan Solé y Sabina Witt está integrada en el escenario. A Marc Lleixà se lo ponen difícil para crear los diferentes espacios con la iluminación ya que la escenografía de Judith Colomer, que pretende ser sencilla, mueve camillas, sillas de ruedas, una inmensa estructura blanca que utilizan como pared de proyección, zonas de baile y más elementos que dinamizan las escenas. A pesar de que es un poco demasiado cargada de ideas y elementos simbólicos, es una obra tierna y dura que es preciso ver.

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