El pes del plom es de esta especie en peligro de extinción que se llama arte comprometido. Ni sólo información, ni puro entretenimiento: algo en medio, una lucha constante y un equilibrio difícil, pero posible.
La problemática de la industria de las armas es conocida, pero forma parte de los temas de violencia norte-sur (de estos tipos de violencia no física de los que no hablamos) contra los que estamos vacunados: siempre están y, por tanto, no son noticia. Es complicado tratarlos sin caer en tópicos y victimismos, pero La Virgueria nos demuestra que complicado no significa imposible: hay una trama bien redonda, un texto esculpido con cuidado y unos movimientos igual de trabajados y unos actores concienciados y valientes. Sus interpretaciones son lo que carga realmente el peso de la virguería que es esta mezcla, que han barnizado con unos audiovisuales que la hacen hermosa.
Puede que salgamos con un peso en los hombros, con cierta conciencia de las conexiones que tiene la temática con nuestro día a día, como ocurre con este tipo de arte, o puede ser que hayamos disfrutado de la fantasía que son las historias y no queramos ir más allá: como ocurre con el arte, todo depende del espectador.