Esta es la segunda temporada de Els Pirates al frente del Maldà, pero ya hace casi 15 años que empezaron a dar guerra a la escena teatral catalana. Hablamos con Laura Aubert, Adrià Aubert y Queralt Casasayas.
1999, un millar de estudiantes de institutos de Barcelona cantan Brundibár al Mercat de les Flors. El Liceu y el Ajuntament han puesto en marcha un proyecto común para acercar la ópera a los jóvenes. De este millar, hay 14 que dos años después se volverán a encontrar. Estudian música, les ha entusiasmado subir al escenario y deciden que, por qué no, que ellos solos también pueden organizarse para volver a actuar. Pasan dos años ensayando los domingos por la mañana. Están preparando Els Pirates de Gilbert i Sullivan, el musical dará nombre a la compañía y el empuje necesario para creer en lo que hacen. No saben cuándo estrenarán, no saben si quieren dedicarse profesionalmente al teatro, pero se lo toman muy en serio. Incluso hacen todo el papeleo para constituirse como entidad: presidente, secretario, tesorero, estatutos. Y reuniones, muchas reuniones. Tienen 13, 14 y 15 años y una inconsciencia que, dicen, todavía mantienen hoy.
Septiembre de 2014. Crisis, porcentaje de ocupación de los teatros bajo mínimos y un IVA cultural del 21%. El Círcol Maldà presenta temporada. Es uno de los teatros más pequeños de Barcelona, pero hace una de las presentaciones con más gente y entusiasmo por metro cuadrado. Todavía no hace un año que los mismos (ya no tan) jóvenes que en aquellas reuniones eternas soñaban con manejar un teatro han cogido las riendas de la sala. No sabemos si lo hacen con la misma inconsciencia o no, pero sí han llenado el Maldà de compañías jóvenes llenas de talento e ilusión, seguramente mucha más que recursos. Muchos de ellos se han conocido en el Institut del Teatre. Ahora ya están todos licenciados, pero durante un tiempo cada curso había alguno. De hecho, pronto ante el tribunal de admisión ya no podían esquivar el comentario: «otro pirata?». Pero antes han tenido tiempo de estrenarse llevando la dirección artística de Els Pastorets de Vallvidrera, donde se impregnan «del lado más humano del teatro», y de adelantarse al Polònia de TV3 con sus Polítics compromesos. José Patilla, Pere Terralliure y Josefina Pujolassos hacen el seguimiento en directo de las elecciones en Luz de Gas. Entre el público un seguidor fiel: Arcadi Oliveres. Tal vez por lo de política y compromiso, quizá porque dos hijos suyos, Arnau y Albert, ponen música en el show.
Febrero de 2015. Lunes por la mañana en el Círcol Maldà. Encuentro con dos piratas hermanos, Laura y Adrià Aubert, y una pirata y hermana de adopción, Queralt Casasayas, que viene del teatro de Montmeló «y eso ya sería otra historia». Ellas, dos actrices que «brillan de una manera especial, muy perfeccionistas, generosas e inteligentes». Queralt, con «una gran capacidad para llegar a las emociones más profundas» y Laura, capaz de cantar y tocar «todos los instrumentos del mundo». ¿El defecto? «Les puede coger un ataque de risa terrible en cualquier momento». Y es de aquel que se contagia… ¿Y Adrià? «Sabe extraer las calidades de cada uno y crear muy buen ambiente de grupo, pero lo mejor es que sabe decir las cosas de manera que nunca te sientas atacado. Además, pasa la obra y los actores por delante de él mismo. Hay directores que hacen marca, marca y marca, pero él no». – «También me equivoco y hago cosas mal». -«¡Todo el mundo se equivoca! Cállate la boca, ahora estamos hablando de ti!» Sí, vemos que son hermanos, dos hermanos muy especiales. «Probablemente si Laura no dedicase a esto yo no me dedicaría. Tenemos exactamente la misma manera de ver las cosas, los mismos referentes y siempre acabamos entendiendo el teatro como una misma cosa».
«El público todavía no tiene suficiente confianza en las salas pequeñas»
LIBERTAD. Laura está al Somni Americà del Teatre Lliure y Queralt en el Romea con una gran tragedia, Fedra. Al TNC hay Laura Pau haciendo un Tirant lo Blanc que quiere seducir al público joven, y pronto llegarán Ricard Farré y Robert González con L’Hort de les Oliveres. El otro González, Llorenç, lo tienen en Madrid haciendo televisión y Bernat Cot inventándose unos Espectapes el Principal del Eixample. Que todos puedan trabajar fuera de la compañía tienen claro que los enriquece y que deben seguir haciéndolo, por muchos motivos. Pero, ¿lo que aporta personal y profesionalmente un proyecto de compañía es diferente? Laura, que ya lleva dos años en la Kompanyia del Lliure lo tiene claro. «Els Pirates es un proyecto personal que has elegido tú con tus amigos y la satisfacción llega a ser mucho mayor. Evidentemente al resto de proyectos también te acabas involucrando, porque es imposible no hacerlo, pero con los Pirates hay un plus importante, es algo muy nuestro». En un teatro más grande «podemos trabajar con las condiciones ideales» pero también «aprendemos a valorar que aquí tenemos nuestra familia, una manera de decir, hacer el teatro y ver el mundo en común», añade la Queralt. Quizás porque «en un teatro más grande hay muchos más condicionantes, muchas más cosas que te privan de una libertad que sí tienes en un espacio pequeño, donde puedes hacer lo que te plazca», dice Adrià, que reconoce que «también hay cosas que desesperan mucho: tienes un tiempo muy limitado, condiciones de ensayo muy precarias ya horas intempestivas… De alguna manera no estás en igualdad de condiciones, aunque después publico y critica te ponen en el mismo saco».
PÚBLICO. Cuando hacen una obra con Els Pirates la sensación de responsabilidad se dispara. «¿Quieres que vaya muy bien cada una de las funciones y coges depresiones monumentales cuando no es así», dice Adrià, que ha dirigido todas las propuestas de la compañía. «Y el público de Barcelona es exigente, eh!», Deja claro Laura, «en lugar de decir: voy a pasarlo bien, la actitud es más bien: a ver qué me hacen estos». En un teatro pequeño ello, además, se agudiza. «La gente cuando compra unas entradas para el Lliure sabe que tiene unos mínimos garantizados, porque hay un presupuesto con cara y ojos, no se encontrarán algo cutre», continúa Adrià. «Cuando el público sede en Maldà, en cambio, tiene una sensación de mayor riesgo, porque todavía no hay suficiente confianza en las salas pequeñas». Pero también hay otros factores importantes. «En una sala pequeña tenemos muy pocas oportunidades de experimentar con el público, muchas veces el primer contacto es el mismo día del estreno». Esto hace que «el riesgo de que la relación con cambie cada noche sea muy elevado». Él, que lo mira desde taquilla muchas noches, se da cuenta que «a veces con el mismo equipo y la misma obra, la reacción del público es completamente diferente».
RIESGO. Pero si hablamos de «riesgo» también tenemos que hablar de programación. «La línea del Maldà es tan diferente como las 14 personas que programamos, pero siempre intentamos garantizar unos mínimos de calidad, y eso no es fácil porque no vemos el espectáculo previamente». Además, explican «si quieres que sea un teatro el máximo de abierto a todos, tienes que pasar por cosas que a ti estéticamente o ideológicamente no gustan tanto», pero lo que sí debe haber «es un vínculo, el de hacer las cosas bien hechas «. De momento, parece que aciertan y es fácil encontrar el cartel de localidades agotadas. En algún caso, como El llarg dinar de nadal, incluso varias prórrogas. Pero es sostenible un teatro con 50 butacas? «Cada sala es diferente, porque tiene sus convenios y subvenciones, pero hoy por hoy el Maldà no lo es. Estamos consiguiendo que lo sea un poco porque casi todos los espectáculos llenan, pero no siempre será así». Además, incluso con obras como Nit de Reis, donde han hecho sold out casi todas las funciones, han perdido «mucho dinero». ¿Por qué? «Somos muchos actores y intentamos pagar bien a todos, reduciendo gastos de otras bandas. A veces hay espectáculos con escenografías más caras y un presupuesto final similar al nuestro con sólo cuatro actores, pero es que hacer temporada es deficitario… »
VOLUNTARIOS. ¿Cómo lo hacen, entonces? Con un Excel. Un Excel con los turnos de limpieza y taquilla «con 14 voluntarios y muchos amigos» sin los cuales «todo esto sería más difícil». ¿Hasta cuando? «El Maldà forma parte de nuestra trayectoria, Els Pirates siempre vamos andando. Ahora es una época en que llevamos la gestión, pero no estaremos toda la vida. Nuestra filosofía siempre ha sido la de ir haciendo, un aprendizaje progresivo, no queremos dar pasos hacia un lugar que desconocemos por completo». Incluso hay quien les pregunta cuando harán algo al Nacional, «muchas veces si no trabajas en ciertos lugares es como si no trabajaras» se quejan, pero ellos prefieren ir paso a paso. Lo que sí es indudable es que el Maldà les ha cambiado la visibilidad que tienen cara al exterior, «de encima se nos conoce más, pero no hemos hecho nada más que gestionar un teatro».
«En la mayoría de trabajos no te dirán en la cara que lo que has hecho es una mierda, nosotros sí»
ÉXITOS Y FRACASOS. A veces un fracaso sonado, puede enseñar más que un éxito. O esa es la respuesta de Adrià a una pregunta quizás demasiado tópica: qué espectáculo os ha marcado más? «Cada espectáculo te marca por algo diferente, incluso el gran fracaso sonado que tenemos. Digo gran fracaso porque lo fue para nosotros, pero nadie se enteró. Hicimos una prueba, tomamos un autor que probablemente no se adecuaba a nuestro estilo -aunque nos encantava- y le dimos un enfoque totalmente equivocado. No acabé de entender por dónde iba la cosa, pero de aquella experiencia, que se estrenó sólo un día, aprendí mil cosas de lo que no debería hacer». Seguramente Brossa el entendieron mucho más. Por Laura Teatre de carrer los definió y marcó muchísimo, «a nivel de estética, pero también en la manera de entendernos. Fue donde empezó a ser nuestra manera de hacer teatro». Pero el espectáculo que marcó a los tres comenzó allí donde comienzan tantas cosas, en el bar de la facultad. «Nos encontramos con Laura, empezamos a reír como cluecas y dijimos: «tenemos que hacer algo juntas». Después de horas y horas cerradas «leyendo todos los libros de la biblioteca», quedaron con Adrià para enseñarle qué querían hacer, y lo que comenzó como un ejercicio para pasar de la comedia a la tragedia en un momento , del drama a la inocencia de los personajes, se convirtió en un espectáculo, La corda fluixa. «La dirección de actores que aplico ahora la empecé aquí», explica Adrià. La obra, además, coincidió en el tiempo con El Darrer Triangle, también inspirado en el universo Brossa y donde tenían que cambiar continuamente de personaje, una característica que después ya casi siempre han utilizado, como Sing Song Swing, donde también hay cambios rapidísimos. «Cuando llega un actor nuevo siempre nos dice: como me podré cambiar tan rápido?».
CRÍTICA. A los tres les gusta hablar, pero se escuchan y se cortan cuando pueden hacerlo. El afecto y el respeto que se tienen se palpa fácilmente. Pero ay, la crítica! Eso sí que acelera la conversación. «En la mayoría de trabajos no te dirán en la cara que lo que has hecho es una mierda, en cambio nosotros sí, y esto cuesta aceptar, aunque entiendas que es normal porque la cantidad gente que la voz y tiene la capacidad de decírtelo es mucho más elevada». Desde que hizo Els Ferèstecs Laura no lee ni críticas ni blogs. «Me hicieron unas críticas tan buenas que me afectaron. ¡Parecía que iba a ser la gran nosequé! Me puse mucha presión, mucha responsabilidad… ¡cada uno es como es! Y yo pensé, ostras, si ahora te han hecho esta crítica la próxima deberá ser mejor, porque sino quiere decir que no has evolucionado. Pero la gente se queda con la sorpresa y luego le da igual». Búsqueda rápida en Google: «[…] Y la sorpresa de Laura Aubert, que arrasa como pequeña salvaje» (Juan Carlos Olivares, Time Out); «El papel de llucietes en el retablo de Els feréstecs le augura, desde ahora, un antes y un después en su trayectoria» (Andreu Sotorra, Núvol); «[…] Y ella se Laura Aubert, un torbellino cómico, la gran revelación de Els feréstecs, que habla y se mueve en escena como si sobre maestras hubieran Sido Tilda Espluga y Teresa Lozano» (Marcos Ordóñez, El País).
SEGURIDAD. Adrià, en cambio, se las mira «demasiado», pero dice que ha aprendido a relativizar. Con Sing Song Swing «lo sufrí cada minuto, fue una experiencia terrible. Tuvimos una crítica muy mala y empecé a ver el espectáculo mucho peor de lo que hasta ese momento la estaba viendo, incluso llegué a cambiar cosas». Con Nit de Reis, en cambio, «creo que desde un primer momento tuve claro que quería hacer, aunque después gustara más o menos, tuviéramos tiempo de trabajarlo suficiente o no, pero cualquier crítica ya me la cogí desde esta seguridad». Pero aunque se aprenda, «es difícil, ves gente que lleva muchos años y no lo lleva nada bien, las inseguridades están, pero el es importante saber dónde estás y la función que tenías y que estaba a tu alcance dentro la obra», dice Queralt.
EDUCACIÓN. «Uno de los grandes errores que cometemos tanto los profesionales como el público (que no tiene ninguna culpa) es que a veces pensamos que hacer teatro es más fácil de lo que es». Adrià está convencido de que en nuestro país pasó por el Instituto del Teatro «no te legitima» para ser actor o actriz profesional, porque previamente no ha habido un grado medio, un conservatorio, como sí hay en el caso de la música. «En Londres los niños que actúan trabajan como si hicieran natación sincronizada aquí; van cada tarde, los sábados y hasta un domingo sí un domingo no». Aquí, se indigna Laura, «el papel de la cultura en la educación es patético». «¿Como mucho qué haces en la escuela, una hora de música? ¡Y los niños se cagan en la flauta! «Nadie lo toma en serio, dice, ni la música, ni la plástica, por no hablar del teatro, que en horario lectivo es totalmente inexistente. «La educación es importantísima y hay una carencia de base». Por eso es «importantísima» una compañía, porque «te acompaña en el proceso de aprendizaje y este oficio», dice Queralt. Y no sólo eso, «en un momento complicado, tienes que refugiarte y evitar ese vacío de tener que estar sentada esperando que suene el teléfono». Ella, dice es incapaz. «Mi espíritu es hacer teatro para comunicar cosas con las que tengo afinidad. Somos un equipo que queremos explicar una misma cosa «. Por eso está convencida de que las compañías no sólo deben tener ahora su momento de gloria, sino que son el futuro.
Texto: Mercè Rubià / Fotos: Els Pirates Teatre