Cada cierto tiempo aparece alguna obra que nos habla de la precariedad de los grupos de teatro que quieren empezar y no saben cómo, o bien sí lo saben pero no tienen el dinero, los medios o el espacio adecuado para hacerlo. Ahora recuerdo sobre la marcha Molta merda, de Eduardo Cardell (2014) o Ens hauríem d’haver quedat a casa, de Llàtzer Garcia (2017). Lo más curioso es que a pesar de que pasen los años… las quejas, los problemas y las dificultades se acaban asemejando mucho. Los sueños de los artistas –sean actores, directores, autores, etc.- no varían de generación en generación, pero chocan una y otra vez con un sistema pequeño, cerrado y bastante endogámico. La obra de […]